Dos veces nos dimos puñetazos con el Peruco Pérez . La primera ocasión fue debajo de un pimiento en el segundo patio de la escuelita, el árbol se hallaba muy cerca de los servicios higiénicos de las niñas. En aquellas épocas para referirnos a los servicios higiénicos decíamos al profesor en los momentos de apuro durante la clase: “permítame ir a la casita” o “déme permiso para ir al excusado”.
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